22 julio, 2015
Por Loreto Jara, profesora de Historia y Geografía e investigadora de Política Educativa de Educación 2020. “Toda esa incontinencia verbal, esa palabrería, no tiene nada, pero de veras nada que ver con una posición progresista correcta y verdadera. No tiene nada que ver con una comprensión exacta de la lucha en cuanto praxis política e […]
Por Loreto Jara, profesora de Historia y Geografía e investigadora de Política Educativa de Educación 2020.
“Toda esa incontinencia verbal, esa palabrería, no tiene nada, pero de veras nada que ver con una posición progresista correcta y verdadera. No tiene nada que ver con una comprensión exacta de la lucha en cuanto praxis política e histórica. Además es muy cierto que todo ese discursear, precisamente porque se hace en el vacío, termina por generar consecuencias que retardan aún más los cambios necesarios”. La cita es de Paulo Freire, que en su “Pedagogía de la Esperanza” dedica un buen apartado a referirse a Chile en tiempos de la reforma agraria. Resulta algo escalofriante que hoy, en un contexto distinto y quizás no en el vacío, tengamos un escenario tan similar al que tuvo ocasión de ver este insigne educador en nuestro país, ¿no? Lo pienso en general, por el clima de desconfianza y tensiones cruzadas, y en particular, a propósito del tema desarrollo profesional docente.
Hoy, en un contexto de demasiadas palabras y discursos, las 8 abstenciones, 5 aprobaciones y 0 votos de rechazo de la Comisión de Educación a LA IDEA DE legislar el proyecto de ley de carrera docente, resulta una vergüenza. No sólo porque supone lanzar al tacho de la basura meses de trabajo –y paralización–, conversaciones, diálogos y esfuerzos de muchos sectores distintos. También porque nos deja esta sensación de una coalición de gobierno débil, de una oposición que a veces parece más que dispuesta a la colaboración, pero que a la larga sigue siendo reaccionaria y de un Ministerio que está llegando tarde.
Tenemos, por otra parte, un magisterio que, desintegrado y con voces divididas –muchas silenciadas porque no se sienten representadas o porque han seguido trabajando como si nada–, no alcanza a visualizar que en esta oportunidad histórica de mejora de la profesión docente no caben los “ombliguismos”, ni las consignas que, a estas alturas, resultan algo caricaturescas… Me perdonarán los colegas, pero con esto me refiero a la lógica reivindicativa que invita a opinar sobre estas materias únicamente a quienes han estado a cargo de 45 niños pobres en salas inmundas, o a señalar que los cambios que propone la Ley Docente únicamente vienen a perpetuar el neoliberalismo en Chile.
Quienes hemos estado en el debate, al menos desde esta institución, no somos precisamente un puñado de tecnócratas que nunca han pisado una escuela, ni acérrimos defensores del modelo de mercado, ni operadores políticos buscando llegar a las más altas esferas del poder. No viene al caso hacer nuestros descargos ni defensas corporativas. Sí queremos resaltar que, al igual que otros que han estado participando de esta discusión, lo que verdaderamente nos importa es que este país pueda tener un desarrollo profesional docente real, con la dignidad, condiciones y profesionalismo que necesitamos de nuestros docentes. Las y los profesores son el corazón de cualquier reforma educacional y la pieza clave para lograr la calidad educativa que necesitamos.
¿Es un proyecto que pudo ser más participativo? Sí, sin duda. ¿Pudo estar mejor planteado desde un principio? Absolutamente. ¿Se habrían podido jugar mejor las cartas de temas fundamentales, como las horas no lectivas? Definitivamente, sí. Sin embargo, si la idea de legislar este proyecto vuelve a rechazarse en Sala, es decir, con la presencia de todos los diputados –o de los que lleguen a votar–, perdemos un año en esperar que pueda –recién– ingresar otro proyecto de Ley sobre el tema.
¿Será que la carrera docente puede llegar a una meta? Es de esperar, porque ni los profesores ni los estudiantes que educan pueden seguir perdiendo tiempo y energías. Por lo pronto desde Educación 2020 seguiremos trabajando para que, precisamente –y tal como decía Freire–, todo este discursear no termine por generar consecuencias que retarden aún más los cambios necesarios para lograr la educación de calidad que los niños y niñas de Chile se merecen.
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