6 marzo, 2015
Bibiana Rodríguez Monarca, profesora de Filosofía y Doctora en Educación, Centro de Liderazgo Educativo 2020. ¿Sabía usted que existen muchas escuelas en Chile en donde jamás una niña ha izado la bandera? Escuelas públicas mixtas con 60, 70 o más años de historia, donde siempre e incuestionablemente la bandera ha sido portada e izada sólo […]
Bibiana Rodríguez Monarca, profesora de Filosofía y Doctora en Educación, Centro de Liderazgo Educativo 2020.
¿Sabía usted que existen muchas escuelas en Chile en donde jamás una niña ha izado la bandera? Escuelas públicas mixtas con 60, 70 o más años de historia, donde siempre e incuestionablemente la bandera ha sido portada e izada sólo por varones.
¿Cuál es el rol al que han sido relegadas nuestras niñas en esta imagen? Sostener pasivamente la bandera al lado del varón, quien ha ejercido siempre el protagonismo activo negado para ellas. “Así es, porque siempre ha sido así”, fue uno de los argumentos esgrimidos por un director con quien hablamos sobre el tema alguna vez.
La naturalización de este hecho, punto ciego del currículo escolar, no es un acto aislado. Son muchas las marcas y sombras institucionales que arrojan sesgo de género una y otra vez: en las prácticas institucionales, en el discurso de los actores, en los instrumentos de gestión, en los gestos cotidianos.
Entre todas ellas, dado los tiempos que corren, me parece especialmente emblemática la imagen de la bandera negada, pues es también la imagen de una ciudadanía de segunda categoría, arrojada fuera de los ritos simbólicos del poder. Es también una imagen donde es restringida la participación de las niñas en los rituales comunes, propios de nuestro espacio público cotidiano, es decir, el espacio de la polis.
Desde aquí, no es de extrañar que, dada la persistencia de lo que aprendemos de manera implícita a lo largo de la vida, el currículo oculto de género de nuestras escuelas esté incidiendo tristemente en la baja participación y liderazgo político y público de las mujeres en Chile.
No es la relación con la bandera de la “Patria” la que mueve esta reflexión –ni de cerca- sino el simbolismo detrás de ello.
Por estas fechas, conmemoramos el Día Internacional de la Mujer. Han pasado más de 100 años desde la muerte de aquellas 123 mujeres y niñas (la mayoría inmigrantes entre 14 y 23 años) y 23 hombres, luchando por sus derechos. ¿Cuánto más habremos de perseverar hasta alcanzarnos, hasta encontrarnos y reconocernos en nuestras mutuas dignidades, sin estereotipos ni jerarquías injustas?
Quisiéramos que este año en muchas escuelas de nuestro país, por primera vez en su historia, una niña izara la bandera. En esta larga tarea hacia la equidad y el cambio cultural que ello implica, la escuela no puede descuidar el poder de los pequeños gestos.
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