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Noticias buenas y otras tristes sobre género y educación

Columnas de opinión

9 marzo, 2016

Columna escrita por Arelis Uribe, Magíster en Comunicación Política y Periodista de Educación 2020 Se puede escribir mucho sobre género y educación. Se puede decir que la educación reproduce estereotipos nocivos de género a través del currículum oculto y que gracias a esa misma educación, también, se superan brechas, cuando hay profesionales enseñando con perspectiva […]



Columna escrita por Arelis Uribe,
Magíster en Comunicación Política y Periodista de Educación 2020


Se puede escribir mucho sobre género y educación. Se puede decir que la educación reproduce estereotipos nocivos de género a través del currículum oculto y que gracias a esa misma educación, también, se superan brechas, cuando hay profesionales enseñando con perspectiva de género.

Entonces, tenemos noticias buenas y otras tristes cuando pensamos en género y educación.

En las malas, que en nuestros liceos técnicos, donde ya faltan las oportunidades, las niñas lo pasan peor, porque las carreras técnicas mejor remuneradas son áreas masculinizadas: minería, mecánica, electricidad; especialidades que ellas no eligen, porque escuchan que “son carreras de hombres” o porque simplemente no sienten confianza de trabajar en un servicio técnico mecánico, donde sus pares cuelgan calendarios de mujeres en bikini.

Las niñas estudian carreras con bajo valor social y económico. Párvulo, secretariado. Que se asocian al cuidado de las personas, no a la innovación, la creación, la reformulación del mundo. Es raro, porque en el SIMCE de cuarto básico no hay diferencias sustanciales en el desempeño de niñas y niños. Pero algo pasa después, y las niñas obtienen mejores resultados en lenguaje y los niños en matemática. Ahí comienza la brecha que aleja a las mujeres de carreras científicas, de las ingenierías. De las mejores pagadas y con mayor reconocimiento social.

Malas noticias, tantas. Ya sabemos lo mucho que hay que mejorar la profesión docente. Sepan que el 70% del profesorado son mujeres. Ya sabemos que la educación mejora la calidad de vida. Sepan que con diez años de escolaridad promedio, los hombres ganan 290 mil pesos y las mujeres sólo 190 mil. Nos dicen que las mujeres son mejores en lenguaje, pero en los colegios el 80% de las lecturas obligatorias son libros escritos por varones. Y cuando revisamos los textos escolares entregados por el Mineduc, las mujeres aparecen subrepresentadas y en roles domésticos.

¿Cómo explicamos esto a las niñas? ¿Diciendo que la injusticia es su culpa?

Esto ya es cliché, pero es cierto: la responsabilidad es estructural, no individual. Sin embargo, somos las personas quienes sostienen esa estructura. Afortunadamente, hay gente convencida de cambiarla. Y desde la educación.

Hace un tiempo vi un video del concurso “Haz tu tesis en Derechos Humanos”, en la que una estudiante de pedagogía de la UMCE contaba cómo notó que los programas de lenguaje y comunicación sólo dictan autores varones, lo que “normaliza la cultura de los hombres como cultura oficial”, en sus palabras. La estudiante preguntó en el Mineduc por los criterios para elegir autores y descubrió que muchas autoras los cumplían, y sin embargo eran omitidas.

Dentro de las escritoras invisibilizadas estaba Amanda Labarca, que también fue activista por los derechos de las mujeres y por la educación chilena. Su nombre apareció mucho esta semana, cuando tres mujeres en cargos de toma de decisiones —Presidenta Bachelet, Ministra Delpiano, Alcaldesa Tohá— rebautizaron con su nombre una calle cercana al Ministerio de Educación.

En resarcir los nombres de las mujeres que escriben, de las calles y de quienes toman las decisiones se juega la igualdad. En escarbar y cuestionar los hábitos dentro de la escuela también. Y vale la pena recordarlo esta semana, cuando volvemos a conmemorar un 8 de marzo, el día que abraza las reivindicaciones históricas por los derechos de las mujeres, y que también nos recuerda todo el trabajo pendiente que nos queda por hacer.

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