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Loreto Jara: «Los colegios diferenciados por sexo son escenarios ficticios»

Columnas de opinión

11 octubre, 2016

Columna escrita por Loreto JaraInvestigadora de Educación 2020Publicada originalmente en Revista Paula En las escuelas hay que enseñar todo a todos. Esta poderosa premisa fue planteada en 1630 por Juan Amós Comenio, quien señalaba que las escuelas debían admitir por igual a nobles y plebeyos, ricos y pobres, niños y niñas.Pero, a un océano de distancia, […]



Columna escrita por Loreto Jara
Investigadora de Educación 2020
Publicada originalmente en Revista Paula


En las escuelas hay que enseñar todo a todos. Esta poderosa premisa fue planteada en 1630 por Juan Amós Comenio, quien señalaba que las escuelas debían admitir por igual a nobles y plebeyos, ricos y pobres, niños y niñas.


Pero, a un océano de distancia, la educación chilena era exclusiva para hijos de funcionarios de la Corona y grandes hacendados. Y algunos monasterios preparaban a las hijas de la elite para el servicio de Dios o futuros maridos.

A mediados del siglo XIX, el Estado independiente creó escuelas primarias en todo el país y hacia 1880 nacieron escuelas mixtas por la dificultad de mantener instituciones separadas en el campo. La educación secundaria, por su parte, estuvo destinada a formar ciudadanos, es decir, hombres. Por eso los liceos de niñas que formaban a señoritas para el hogar y el matrimonio fueron toda una novedad. Recién hacia 1920, por la masificación de la población, aparecieron preparatorias y liceos mixtos que irían homologando la formación que recibían hombres y mujeres.

Cien años después, y varias reformas educativas mediante, Chile ha superado los problemas de cobertura y discute sobre calidad y equidad. ¿Es válido que sigan existiendo escuelas separadas por género? Muchos justificarán que sí en base a la tradición, la identidad y sello de cada institución, pero lo cierto es que hoy sabemos que el colegio es donde aprendes cosas para aplicar en tu vida real. Y la vida real está compuesta por hombres y mujeres, que, además, provienen de distinto tipo de familias y culturas. Los colegios diferenciados son escenarios ficticios que no entregan herramientas suficientes para desenvolverse en el mundo. Esos niños y niñas pueden tener más dificultades para relacionarse con el sexo opuesto y generar estereotipos de género.

Es cierto que en colegios mixtos también se reproducen esos estereotipos, pero la solución a eso no es segregar entre niños y niñas; eso sería atacar el síntoma y no el problema. Hay que apuntar a que cambie la idea de que los niños son mejores para ciencias y las niñas para lenguaje, que no haya talleres de modelaje para niñas y de mecánica para niños, que no se asuma que la niña tiene que ser señorita y el niño aguerrido. Eso tiene que desaparecer. Ampliar los espacios pedagógicos para el desarrollo integral de las y los estudiantes, sin importar su identidad de género, es fundamental para el desarrollo del país.

Efectivamente hombres y mujeres somos muy distintos, el desafío es cómo sacar provecho de cada cual para que haya un aprendizaje colectivo que erradique prejuicios y discriminaciones. Las y los estudiantes merecen vivir experiencias de aprendizaje auténtico, vinculado con la vida real y aplicable a sus vivencias cotidianas. De eso hablamos cuando decimos equidad y calidad en educación. Algo difícil de conseguir en colegios que separan a niños de niñas; que deciden enseñar a algunos algo en vez de a todos y todas, todo.

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