21 diciembre, 2016
Como cada sábado, la Escuela de Adulto Mayor de la Universidad de Valparaíso abre sus puertas para recibir a cientos de personas que demuestran que la edad no es una limitante para seguir desarrollándose. Una buena parte de quienes hoy son adultos mayores están deseosos de aprender, de mantenerse presentes y no verse sobrepasados por […]
Como cada sábado, la Escuela de Adulto Mayor de la Universidad de Valparaíso abre sus puertas para recibir a cientos de personas que demuestran que la edad no es una limitante para seguir desarrollándose. Una buena parte de quienes hoy son adultos mayores están deseosos de aprender, de mantenerse presentes y no verse sobrepasados por una sociedad que avanza aceleradamente entre nuevas tecnologías sin una inclusión clara para ellos. Es evidente la necesidad que tiene hoy Chile para suplir la falta de espacios concretos de formación para la tercera edad.
En la Escuela de Adulto Mayor de la Universidad de Valparaíso, hace tres años, dictamos diversos cursos para el desarrollo de habilidades de los adultos mayores, como alfabetización digital, en comunas como San Miguel, La Florida y Recoleta. Todo esto, con el apoyo de la Universidad de Valparaíso (Campus Santiago), Geropolis UV, SENAMA y las distintas municipalidades, que respaldan y entregan los espacios para los cursos.
Pese a estos esfuerzos, el apoyo a los adultos mayores es precario. Es necesario una nueva mirada al funcionamiento del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) que no puede seguir orientado sólo a los múltiples abusos que sufren los adultos mayores, sino que debe actuar como un garante de una calidad de vida real y acorde para un mundo actual. Tal como el tipo de actividades que desarrollamos en la Escuela de Adulto Mayor.
Es difícil describir las necesidades de una población sin escucharla o sin pertenecer a ella de manera de directa, pero todos tarde o temprano llegaremos a engrosar la cifra de adultos mayores en nuestro país, que crece de manera incontrolable. Por ello, se hace necesario repensar el tipo de país que estamos construyendo y como estamos incluyendo a las personas mayores.
El problema no nace de ellos, sino de nosotros, de lo que hacemos para que este tramo etario tenga un buen pasar. Cosas simples no las consideramos, como los tiempos de los semáforos en los sectores hospitalarios, el estado de veredas o cómo están distribuidos los alimentos en un supermercado. El mundo no está diseñado para quienes necesitan disposiciones distintas.
Hoy existe una intención de mejorar las jubilaciones y así la estabilidad de los adultos mayores. Hay que entender que la calidad de vida no solo recae en el dinero, también influye la recreación y actividades. En un país donde el otro gran debate es una educación inclusiva, la reforma debería presentar garantías para que la edad no sea un problema para acceder a distintos espacios de formación y comunidad del sistema educacional.
Lamentablemente, la tasa de voluntarios en este tema no aumenta como aumentan los adultos mayores. Como sociedad debemos preguntarnos qué estamos haciendo para darle un mejor pasar a quienes hoy solo quieren vivir con tranquilidad sus últimos años de vida, cómo cambiamos de paradigma para que todos aporten al cambio. Después de todo, pensar en una sociedad para los adultos mayores es pensar en una sociedad para todos y todas.
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