14 diciembre, 2015
Columna escrita por Nadiezhda Yáñez, Subdirectora del Centro de Liderazgo Educativo de Educación 2020. La formación técnico profesional de nuestros liceos requiere desarrollar dos posibilidades complementarias: la incorporación al mundo laboral y la continuidad de estudios. Para alcanzar esos objetivos, la educación técnica debe ser un espacio que permita desarrollar habilidades, en particular, competencias del […]
Columna escrita por Nadiezhda Yáñez,
Subdirectora del Centro de Liderazgo Educativo
de Educación 2020.
La formación técnico profesional de nuestros liceos requiere desarrollar dos posibilidades complementarias: la incorporación al mundo laboral y la continuidad de estudios. Para alcanzar esos objetivos, la educación técnica debe ser un espacio que permita desarrollar habilidades, en particular, competencias del siglo XXI.
La experiencia de Semana Empresa, una pasantía de dos semanas en la que estudiantes de tercero medio se integran a empresas relacionadas a su especialidad técnica, pone el acento en que el apresto con el mundo laboral requiere de jóvenes con confianza en sí mismos, con capacidad de diálogo. Que logren de vislumbrar sus capacidades y aprendan a aprender en un contexto laboral.
Eso es lo que impulsan instancias como el taller de habilidades genéricas, que Educación 2020 desarrolló en colegios técnicos de Valparaíso, Cerro Navia y Quilicura, en los que los jóvenes exploraron su identidad, para enfrentarse mejor al ambiente laboral, dentro de las distintas empresas que forman parte de la alianza de Semana Empresa: Banco Itaú, Telefónica, Chilquinta.
Un joven decía: yo aprendí a no tenerle miedo a los jefes, a no mirar al suelo mientras hablo. Eso explica cómo el desarrollo de habilidades es una base para la integración de contenidos. Formar técnicos implica formar personas, que confíen en sus capacidades, valoren sus potencialidades y sus procesos de aprendizaje y se integren socialmente en condiciones de horizontalidad.
Ese proceso requiere que el liceo revitalice y oxigene los procesos de formación técnica, como sistema abierto, incorporando tanto la experiencia de los jóvenes en la empresa, como la experiencia de los docentes que trabajaron con los tutores de la empresa, para preguntarse si la educación técnica responde a las necesidades del mundo laboral actual y prepara a los jóvenes en función de esos desafíos.
Ampliar los procesos formativos de quienes estudian en la enseñanza técnico profesional es un continuo. Implica que el liceo se pregunte qué necesita para desarrollar habilidades vinculadas a la empresa, que actualice sus conocimientos docentes, que genere prácticas colaborativas en función del mundo del trabajo.
Así entendemos formación pedagógica: como la valoración de los jóvenes en sí mismos y la visibilización de sus talentos. Tal es el desafío de la educación técnico profesional y de todo el sistema escolar en nuestros días.
*Si tienes ideas para enriquecer la Educación Técnica, envía tus sueños y aportes en la plataforma www.mejoralatecnica.cl, una iniciativa ciudadana que recoge propuestas urgentes sobre la formación técnica chilena, para presentarlas a las autoridades antes de mayo de 2016.
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