5 mayo, 2014
Columna de Myriam Aravena, editora de contenidos digitales de Educación 2020, publicada en El Dínamo el 29 de abril de 2014. En Educación 2020 tenemos una idea radical: que todos los niños y niñas de Chile, independiente de su género, del trabajo de sus padres o del lugar donde vivan, tienen derecho a una educación de calidad. […]
Columna de Myriam Aravena, editora de contenidos digitales de Educación 2020, publicada en El Dínamo el 29 de abril de 2014.
En Educación 2020 tenemos una idea radical: que todos los niños y niñas de Chile, independiente de su género, del trabajo de sus padres o del lugar donde vivan, tienen derecho a una educación de calidad.
Y vamos aún más lejos en nuestra radicalidad: también creemos que todos los niños y niñas de Chile pueden aprender y que cada uno de ellos tiene un talento.
En medio de la discusión por la eliminación de la selección académica en los colegios, parece que estas son ideas radicales, incendiarias e, incluso, revolucionarias. Y es que desde que el Ministro anunció que se iba a terminar (gradualmente) con la selección académica en los colegios (así como con el copago y el lucro), muchas voces se han levantado en contra. No es raro leer en nuestras redes sociales comentarios como que esta medida es “nefasta”, que va a “nivelar para abajo”, va a hacer que los “buenos alumnos pierdan su oportunidad” y va a “premiar a los flojos”.
¿En serio tenemos un concepto tan malo de nuestros niños y niñas? ¿En serio creemos que el único objetivo de la educación es que lleguen a la universidad?
En primer lugar la educación de calidad no es sólo para “los que se lo merecen”, no es un privilegio, sino un derecho. Esta es una de las consignas que los propios estudiantes, y todos quienes apoyamos las movilizaciones del 2011, gritamos en las calles: la educación es un derecho, no un privilegio. Es hora de que lo pongamos en práctica.
Un derecho se caracteriza porque es para todos y todas por igual. Decir, por lo tanto, que desde 7° básico, arbitrariamente, se puede seleccionar, es ir en contra del derecho a la educación que, por lo demás, consagra la Constitución hasta 4° medio.
En segundo lugar, creemos firmemente que todos los niños y niñas pueden aprender. Esto no significa que todos tengan que aprender lo mismo, ni al mismo ritmo, pero es necesario que nuestro sistema educativo reconozca las capacidades que todos tenemos. Los niños y niñas de este país deben ser tratados con respeto y tienen el derecho de acceder a una educación de calidad.
Dejemos de hablar de los estudiantes “flojos” y mejor pensemos cómo hacemos para motivar a los alumnos, muchos de ellos vulnerables, que sufren violencia intrafamiliar o viven en ambientes altamente problemáticos. Ellos necesitan de nuestro apoyo, no de nuestro rechazo. La única manera de construir una sociedad más justa e inclusiva es que de verdad partamos por dar oportunidades y no por cerrar puertas, es reconocer al otro como un sujeto de derecho y no como una amenaza.
Sabemos que es difícil tener aulas diversas, por lo mismo, creemos que cada colegio debe contar con un programa de integración escolar que apoye a los alumnos con más problemas, sin privarlos del derecho de compartir el aula con el resto de sus compañeros y compañeras. Esto no sólo los beneficia a ellos: nos beneficia a todos porque la inclusión y la diversidad son parte esencial de una educación de calidad.
En tercer lugar, estamos seguros de que todos los niños y niñas de este país tienen talento. El talento académico no es la única forma de desarrollarse en una sociedad, hay muchos otros ámbitos en los que cada uno de nosotros puede aportar: técnico, deportivo, artístico, etc. Cada estudiante de este país tiene uno o varios intereses y aptitudes que no necesariamente se expresan en las formas clásicas como medimos el éxito a nivel escolar. Y el deber de los colegios es darle cabida a todas estas expresiones.
No puede ser que tengamos colegios que son verdaderos preuniversitarios de seis años. Colegios que sólo forman a un tipo de personas. La educación debe ser un espacio de encuentro donde nuestros niños y niñas puedan desarrollar sus talentos, explorar el mundo y aprender a vivir en la diversidad, respetando sus intereses y alentándolos a llegar lejos en donde sea que ellos quieran.
Más de alguien va a decir que esto es un sueño muy bonito, pero es una utopía. Gente que dirá que con la realidad actual esto es difícil de implementar. Les contestamos: para eso estamos, para cambiar el mundo.
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